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Perro de nueve vidas
Por Frances Hallam Hurt 
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Vagabundo, actor, temerario, aventurero…Blackdog se convirtió al final en maestro
El extraviado perro negro había estado hurgando en los botes de basura del callejón y rondando por el patio trasero de una casa que compartían varios estudiantes de la Universidad de Texas en Austin. Guardab su distancia, pero había puesto los ojos en Cliff Miller. Cada vez que el muchacho salía de la casa, el animal se lanzaba en persecución de su automóvil.
Tal vez Cliff se parecía al amo que el perro había perdido, y quizá fuera alguna facultad que el perro tenía para percibir lo invisible. Cualquiera que fuese la razón, es el caso que al descubrir a Cliff Miller el zarrapastroso animal de mediano tamaño decidió que había encontrado a su amo.
"Me harté de que me siguiera por todas partes", cuenta Millar. "Acabé, por hacerlo subir al auto y lo llevé a otro lugar de la ciudad. Creí que allí` podría arreglárselas por su cuenta".
Miller no quería tener perro. Acababa de obtener un título en literatura inglesa, trabajaba de mesero en un restaurante, y se preguntaba qué haría de su vida. Pero a la mañana siguiente descubrió que el can había vuelto y que vigilaba pacientemente la puerta de su casa.
Comprendió que la cosa estaba decidida: ya tenía un perro. Y tras varias semanas de oír a sus amigos preguntarle por "ese viejo perro negro", Cliff adoptó oficialmente, el, nombre para su nuevo compañero: Blackdog (Perro Negro. El nombre de Cliff es ficticio).
Blackdog, era la encarnación misma de un alma libre. Recorría el barrio; hacía sus comidas en casa de Miller y le encantaba pasear en el automóvil. Sin embargo, se negaba a estar en casa
No obstante, un día Blackdog llegó a la puerta y comenzó a arañarla con desesperación. Miller lo hizo entrar en los momentos, precisamente, en que pasaba muy despacio el camión de la perrera municipal llevando en la parte trasera una selección de los amigos de Blackdog, que ladraban.
El sexto sentido que Blackdog parecía tener al tratarse de los perreros municipales no lo abandonó jamás. Cuando estuvo con Miller por unos días en casa de los padres
de este, en Dallas, Texas, y salía a corretear .libremente (aunque debía llevar traílla), unos apremiantes arañazos dados a la puerta sólo significaban una cosa: perrera a la vista..
El lazo entre hombre y perro fue afirmándose en el curso de unos cuantos años, una vez que se lanzaron a recorrer los caminos del estado de. Texas. Cliff Miller formaba parte de una compañía que entregaba equipos de música rock en cualquier lugar del estado. Como una especie de joven "liberado'' que sabía trabajar, Cliff había topado con un negocio muy de su gusto, informalmente estructurado y que no lo ceñía a un horario. Estas condiciones resultaban de lo más cómodas para Blackdog. Blackdog mostraba inclinación a desaparecer cuando le daba la gana, cosa que dejaba a su amo tan irritado como impotente. Así pues, Cliff arregló que le hicieran uña placa de metal en toda ciudad o pueblo en que él y Blackdog paraban por motivos de negocios. Todo marbete llevaba el número telefónico del cliente con quien operaban en el lugar. Esto funcionaba de maravilla. También dio por resultado que Blackdog llevara en el pescuezo un collar de placas que cascabeleaba a cada movimiento del animal. Blackdog no tardó en aprender aprovechar aquel cascabeleo para sacar de la cama a amo siempre que deseaba salir por la mañana.
En 1974, Miller regresó a Austin para obtener su título de maestro. Blackdog obtuvo entonces una nueva placa que decía: "Soy estudiante de la Universidad de Texas".Asistía a todas las clases, pero también pasaba mucho tiempo aguardando
a Cliff a la puerta de la biblioteca universitaria.
Blackdog adoraba al viejo Volkswagen de su amo. Sus ventanillas eran ideales para sacar por ellas la cabeza. No obstante, el can se mostraba muy atraído por cualquiera
que condujera un auto nuevo, sobre si tenía aire acondicionado.
Cierto día, Cliff se detuvo en una gasolinera porque el motor del vehículo se había. Sobrecalentado. Blackdog bajó para ir a tenderse a 1a sombra, detrás del garaje. El mecánico de la gasolinera arregló el termostato del Volkswagen y recomendó a Cliff que corriera el auto por unas cuantas calles para asegurarse de que el termostato funcionaba bien. Miller así lo hizo, y a poco debió detenerse frente a un semáforo. En esto, un flamante Cadillac, al volante del cual iba una señora muy elegante, hizo alto junto al Volkswagen. Y al, lado de la señora venía instalado majestuosamente Blackdog, disfrutando del clima artificial del Cadillac.
- ¡Eh, señora! -exclamó Cliff-, ¡Allí trae usted a mi perro!
Después de que el joven gritó mucho y agitó la mano repetidas veces, la señora bajó el cristal de su ventanilla, muy confusa.
-Perdóneme usted -explicó-. Pero su perro venía muy acalorado y se mostraba ansioso por subir.
Cliff, trabajó luego de instructor en Arlington, en 1a división local de la Universidad deTexas. Pasó después haciendo un año de estudios en el Instituto Cemanhuac, en Cuernavaca, en el estado de Morelos, México. Miller y Blackdog se hospedaban en casa de Luis Carlos García Sierra, que por suerte era veterinario. Un día, Millar charlaba con el veterinario y su esposa en la azotea de la casa, una construcción de tres pisos. A los pies del grupo dormitaba Blackdog, que, en un momento dado, creyó oír un ruido interesante, se levantó y, dé un salto, salvó el antepecho de un metro de altura que limitaba la azotea y fue a dar el suelo. Blackdog resultó bastante maltrecho, pero sobrevivió gracias a la hiedra que cubría la pared y que suavizó su caída. También sobrevivió gracias a García Sierra, quien a partir de entonces se refería a su canino huésped llamándolo el perro del aire. A ojos de Miller, era evidente que el animal tenía nueve vidas.
Blackdog se convirtió en una celebridad al pasear en Cuernavaca entablillado. Y aumentó su fama ejecutando un número circense que- él y Cliff montaban cuando algún ambulante grupo de mariachis tocaba la canción popular mexicana titulada El perro negro. Esta canción cuenta de un perro negro que da muerte al asesino de su amo, y que luego va a echarse junto a la tumba de este y allí muere. Al llegar la canción a tan conmovedora conclusión, Blackdog, atento a la señal de Miller, se dejaba caer panza, arriba alzando las cuatro patas al aire, en un acto melodramático que hacía las delicias de su auditorio. El acto se basaba en un chascarrillo actuado que el animal, y su amo habían hecho por mucho tiempo, y en el cual Miller preguntaba: "Blackdog, ¿tú qué prefearias? ¿Ser hombre casado o perro muerto?", a lo que Blackdog respondía cayendo al suelo.
De vuelta en Arlington, Clifff Miller ocupó una oficina en el séptimo piso del edificio del departamento de literatura. Blackdog aprendió entonces a entrar en el ascensor y a salir con viveza en el piso que le correspondía, cosa que ponía nerviosos a los casuales observadores. Reconocía aquel piso por estar cubierto de losetas, en tanto que todos los demás se hallaban alfombrados
Para 1980, Blackdog había conquistado a la universidad. El anuario del plantel de 1981 dedicó no menos de cuatro páginas a aquel bon vivant que bien sabía que lo mejor de la vida es gratuito. Ya su hocico encanecía, pero aún ejecutaba suertes estudiantiles como aplastar una lata vacía de cerveza entre sus quijadas y atrapar un disco de plástico arrojado al aire. 
En el otoño de 1981, Clif marchó a Los Ángeles, California, para trabajar allí escribiendo para el cine y la televisión, y así Blackdog añadió una nueva placa metálica a su colección. Miller aún tenía su ya viejo problema de saber dónde estaría Blackdog, pero, las separaciones llegaban siempre a su fin. Y el perro, viejo ya, todavía se esforzaba por complacer a su amo."Si le hu-biera pedido a Blackdog que saltase sobre una hoguera", cuenta Cliff Miller, "así lo habría hecho".
Durante todos los años que pasó en compañía de Blackdog, el joven había aprendido lo que otros han aprendido de sus queridos. perros lo que significan la lealtad, la constancia, la paciencia y el perdón.
Algunas noches, después del trabajo, Cliff solía visitar un lugar de reunión de su barrio. Cierta noche de 1983, Blackdog se quedó esperándolo afuera. Cuando aquel salió, el
Perro ya no estaba. Cliff comenzó a buscarlo, desesperado; telefoneó a la perrera municipal, a la policía, al departamento, de sanidad.
Después de buscar a Blackdog durante dos semanas, Millar desistió. Para entonces el animal ya esta-ba entrado en años y en decadencia; no podría valerse por sí solo. En esto, su amo recibió una llamada telefónica por el número grabado en la más reciente de las muchas placas que Blackdog llevaba.
-¿Es usted quien perdió a un perro negro? Inquirió una voz-. Aquí está, en el patio de mi casa.
Miller no supo nunca cómo su perro pudo llegar hasta la cima de las montañas de Santa Mónica, a diez kilómetros de donde él lo había dejado. Jamás habría podido escalar aquellas alturas. Tal vez, aun cuando estaba en sus últimos días, Blackdog fuese incapaz de resistirse a un automóvil con aire acondicionado y a una cálida invitación.
Poco después, el recio cuerpecillo de Blackdog lo traicionó. Caía al suelo cuando iba caminando; no podía retener los alimentos. Cliff lo llevó a un veterinario de Los Ángeles, quien le dispuso un sistema de alimentación intravenosa para sostenerlo con vida.
¿Ya no, podrá disfrutar de la vida?- inquirió Miller.
En efecto, no podría.
-Quítele usted esos tubos -indicó Cliff-. Volveremos a casa, a Texas.
Cliff Miller cubrió de toallas el piso de su Chevrolet 1976, compró algunos
huevos y una, garrafa de agua. A las 11 de la noche, los dos amigos emprendieron un extraordinario viaje de 2400 kilómetros que duraría 26 horas. Parando solamente para reabastecerse de gasolina, Cliff cambiaba lasa toallas sobre las que Blackdog iba tendido y luego, solícitamente, le daba a comer los huevos y a beber agua..
Al llegar a El Paso, en la frontera de Texas con México, le dijo a Blackdog: "Camarada ya puedes estirar la pata a la hora que quieras. Ya estamos en el terruño".
Pero Blackdog perseveraba como siempre lo había hecho. En Dallas, Míler acostó en su propia cama al viejo animal en tanto iba a cavar una fosa en el patio trasero y salía después en busca de una losa sepulcral."Aguarde usted unos minutos, le .dijo el cantero. "Se la tendré lista mientras espera. Hace mucho tiempo que nadie me encarga una lápida para la tumba de un perro.
Luego, Cliff atropó a Blackdog en la desteñida chaqueta de dril que había formado parte de sus viajes y de su vida, y lo llevó al veterinario que por largo tiempo lo había atendido. Sostuvo a su anciano amigo para que el médico le aplicara la inyección; en eso, se preguntaba si jamás habría nada que le hiciera a él mismo tanto daño como aquel final.
De regreso en casa, Cliff envolvió en la chaqueta el muerto cuerpecillo, lo colocó en la fosa y lo cubrió al fin con la negra tierra de Texas. El viaje había terminado.
Pero todavía hasta la fecha Cliff Miller despierta a veces repentinamente durante la noche, creyendo por un momento haber oído cierto cascabeleo.

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