Considerado el perro nacional de Japón, fue el compañero de los antiguos guerreros Samurai y también el perro de los cazadores, único en animarse a enfrentar a los osos en la montaña. Sus orígenes se remontan a 3000 años atrás y siempre fue criado por el pueblo japonés con gran admiración y respeto.
Se conoció en el mundo occidental recién después de la II Guerra Mundial, cuando soldados norteamericanos llevaron a su país algunos ejemplares. Luego de años de selección y probablemente con la cruza de otras razas, el Akita americano distaba tanto del original que se transformó en una nueva raza llamada Gran Perro Japonés oficializada en 1999.
El Akita es un animal fuerte, rústico, y valeroso, de pelo espeso y muy vistoso. La cabeza debe ser triangular, con las orejas en "v" inclinadas hacia la frente. Ojos oscuros, triangulares, hocico corto y potente. El cuerpo es relativamente cuadrado, miembros anteriores rectos y posteriores fuertes, con poca angulación.
Deben presentar pelo grueso y subpelo lanoso. La mayoría de los Akitas son dorados o atigrados y en menor proporción blancos.
Lo que más llama la atención en esta raza es su temperamento, seguridad, calma y velocidad de reacción.
En sus orígenes fue un perro de caza mayor y durante generaciones el Akita fue usado por los guerreros del Japón como perro de defensa y ataque.
Cariñoso y protector con la familia, a veces desconfiado con los extraños, aunque no atacará, a menos que haya tenido un entrenamiento específico para el ataque.
Es sumamente silencioso y suele adoptar a un solo dueño, por lo que es difícil que acepte adiestradores.
La
lealtad y dedicación a su amo demostradas por los Akitas, es fenomenal.
Este rasgo es evidente en la historia de "Hachiko"
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