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La Historia de San Roque y el perro

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Este santo se ha hecho famoso en el mundo por los grandes favores que consigue a favor de pobres y enfermos. En algunos países es el patrono de los perros y su imagen se utiliza como protector de las mascotas. Su santoral es el 16 de agosto. La popularidad de San Roque ha sido verdaderamente extraordinaria cuando a pueblos o regiones han llegado pestes o epidemias, porque consigue librar de la enfermedad y del contagio a muchísimos de los que se encomiendan a él. 

San Roque nació en Montpellier, al sur de Francia, hijo de una familia sumamente rica. Muertos sus padres, cuando él tenía 20 años, vendió todas sus posesiones, repartió el dinero entre los pobres y se fue como peregrino hacia Roma a visitar santuarios. En ese tiempo estalló la peste del tifo en Italia y la gente se moría por montones. San Roque se dedicó entonces a atender a los más abandonados. A muchos logró conseguirles la curación con sólo hacerles la señal de la Santa Cruz sobre su frente. A muchísimos ayudó a bien morir, y él mismo les hacía la sepultura, porque nadie se atrevía a acercárseles por temor al contagio. Con todos practicaba la más exquisita caridad. Así llegó hasta Roma, y en esa ciudad se dedicó a atender a los más peligrosos de los apestados. La gente decía al verlo: "Ahí va el santo". 

Estando en Piacenza, trabajando en uno de los hospitales, el santo contrajo la mortal enfermedad. Como no quiso ser una carga para ningún hospital, decidió trasladarse a las afueras de la ciudad, instalándose en una caverna. En el sitio donde él se refugió nació un aljibe de agua cristalina, con la cual se refrescaba. Cuando cuerpo se llenó de manchas negras y de úlceras y ya sin fuerzas se disponía a morir un perro lo alimentó y cuidó milagrosamente. Sucedió que un perro de una casa importante de la ciudad empezó a tomar cada día un pan de la mesa de su amo y lo llevaba al bosque para dárselo a San Roque. Después de varios días de repetirse el hecho, el dueño con curiosidad siguió los pasos del perro, hasta que encontró al pobre enfermo y se lo llevó a su casa ayudándolo a restablecerse. Apenas se sintió curado dispuso el santo volver a su ciudad de Montpellier. Pero al llegar a la ciudad, que estaba en guerra, los militares lo confundieron con un espía y lo encarcelaron. Y así estuvo 5 años en la prisión, consolando a los demás prisioneros y ofreciendo sus penas y humillaciones por la salvación de las almas. 

El 16 de agosto del año 1378 murió como un santo, encarcelado pagando una culpa injustamente. Al prepararlo en el ataúd descubrieron en su pecho una señal de la cruz que su padre le había trazado de pequeñito y se dieron cuenta de que era hijo del que había sido gobernador de la ciudad. Toda la gente de Montpellier acudió entonces a sus funerales, y desde ese momento comenzó a conseguir de Dios admirables milagros y no ha dejado de conseguirlos por montones en tantos siglos. 
Lo pintan con su bastón y sombrero de peregrino, señalando con la mano una de sus llagas y con su perro al lado, ofreciéndole el pan.

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